lunes, 20 de julio de 2009

Houston... we have a problem...

Hoy se celebra el 40 aniversario de la llegada del hombre a la Luna, y con esta celebración llega también una insólita noticia. En lo que parece más un episodio del torpe Mr. Bean, esta semana se dio a conocer que la NASA borró accidentalmente los tapes magnéticos que contenían la grabación original del alunizaje.

Así como lo leen… borraron el “master”. Estas tres palabras son suficientes para que cualquier productor sienta escalofríos… pues imaginen ahora lo que debieron haber sentido en la NASA al percatarse que la humanidad perdió para siempre el registro principal de la que es, sin duda alguna, la proeza tecnológica más grande de nuestra historia.

Al parecer, los tapes fueron usados para grabar material transmitido a tierra por satélites, en un momento en donde los suministros de la Agencia no daban abasto para registrar el continuo flujo de información. Se decidió, entonces, reutilizar los viejos tapes entre los cuales aparentemente se encontraba la icónica grabación de Apollo 11. Y si ustedes son como yo, probablemente estarán pensando lo mismo…

-Cómo putas no rotularon esos tapes?!?!

Bueno, pues no lo hicieron. Y el material -que estaba grabado en un formato especial de alta calidad para la época- desapareció. Se trata de un error que, por la naturaleza única e irrepetible del evento, no puede enmendarse. Sin embargo, la NASA se ha dado a la tarea de recopilar las mejores copias de la transmisión televisiva, y con la ayuda de especialistas de Hollywood en restauración digital, hoy podemos observar la histórica caminata de Armstrong y Aldrin con una calidad y definición nunca antes disponible: (http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=106637066)

Personalmente, espero que los señores en la NASA hayan apartado un poquito de su presupuesto millonario para comprarse unos marcadores y un rollito de masking tape; pero si no, estoy seguro que muchos de nosotros colaboraríamos en la “vaquita”.

La perdida de este registro original nos debería molestar, y hasta doler… se trata, como ya mencioné, de un documento audiovisual histórico; irrepetible e irremplazable. Nos duele, por ese sentimiento tan instintivo de recopilar y conservar nuestros tesoros; pero a fin de cuentas lo valioso no eran los tapes en sí, sino el momento que capturaron.

Si hoy descubriéramos que por accidente hemos borrado el tape original de nuestra boda, o de la primera sonrisa de nuestra hija, sin duda sentiríamos tristeza o rabia… pero la perdida no nos haría menos casados, ni a los recuerdos menos bellos. Bastaría con ver a nuestro alrededor, a las caras de nuestros seres amados, para recordar la verdadera razón por la cual atesorábamos esos pedazos de plástico en primera instancia…

Es por eso que, esta noche, planeo tomarme un momento para mirar a la Luna, olvidarme de la metida de patas de la NASA y, en cambio, maravillarme de cómo hace 40 años, su ingenio y valentía nos llevaron a dar ese “salto gigantesco para la humanidad”.

miércoles, 1 de julio de 2009

La Revolución no será televisada...

Los recientes eventos en Irán y Honduras son un claro ejemplo de cómo las redes sociales (Twitter, Facebook, etc) y servicios como YouTube pueden trascender los usos más frívolos que comúnmente les damos.

Y es que mientras “el Poder” se afana en apretar su puño y cortar el flujo de la comunicación tradicional (TV, Radio, Prensa) para acallar los abusos cometidos, los medios alternativos se escapan como arena entre sus dedos.Parecen ignorar los censuradores que poco logran con bloquear canales de televisión o manipular el contenido de las noticias; si ahora millones de personas cargan una sala de redacción y una unidad móvil en la comodidad de su bolsillo.

Agréguese a eso una conexión a Internet, y el resultado es un batallón de reporteros y documentalistas informando desde múltiples ángulos y con distintas voces aquello que los otros tratan en vano de ocultar.

Personalmente, me parece muy interesante ver a las llamadas “redes sociales” reivindicando su nombre y cumpliendo una función verdaderamente social e insurgente; más allá de su uso primario como altares del culto al ego.

Twitter, por ejemplo, siempre me ha parecido un servicio risible, dirigido a personas que aparentemente creen que cada instante de su día es de interés público. Sin embargo, en momentos de crisis como los mencionados, Twitter ha venido a cumplir las mismas tareas de micro-información que en su momento cumplió el telegrama, y más recientemente el “crawler” de los noticieros tradicionales.

Como cualquier otra herramienta, el potencial de estos nuevos medios depende del uso que se haga de ellos, o que la circunstancia exija. Sería bueno vivir en un mundo donde la opresión y la violencia no lleven al ser humano a convertir un martillo en un arma, o a usar un sitio como YouTube para denunciarlas… Desgraciadamente no vivimos en ese mundo. Y en ese sentido, es bueno saber que, por el momento, la tecnología y la astucia del ser humano marchan pasos delante de la represión.

sábado, 27 de junio de 2009

El Rey de Cristal

Mi amigo Mike Langford escribió lo siguiente en su página de Facebook ayer:

“Say what you will about how he lived his personal life... Michael Jackson is, without a doubt, the biggest star in the history of music. Don't even bother arguing... And don't even bring the Beatles or Elvis Presley to the table. They may well be #'s 2 & 3, but Jackson is the biggest ever.”

El comentario de Mike me llamó mucho la atención y me hizo reflexionar acerca de las razones por las que la muerte de MJ ha conmovido a tantísimas personas alrededor del mundo.

Soy un producto de los 80s y 90s y, como tal, crecí viendo y escuchando a MJ. Para ese entonces, ya él era una estrella, pero fue sin duda en ese periodo en el que MJ pasó de ser un artista a convertirse en un fenómeno… Y aquí es donde necesitamos la ayuda de la RAE para percatarnos de cuán apropiada es esa descripción:

fenómeno.
1. Toda manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción.
2. Cosa extraordinaria y sorprendente.
3. coloq. Persona o animal monstruoso.
4. coloq. Persona sobresaliente en su línea.

No voy a llover sobre mojado y referirme al enorme talento (interpretativo, más aún que musical) de MJ. Su pertenencia a la categoría de “sobresaliente en su línea” está fuera de toda discusión. Tampoco voy a hablar acerca de sus monstruosidades, esas que vimos a la luz del flash y aquellas otras que sospechamos…

Me interesa más la primera acepción del término; la cuál considero personalmente como el verdadero motivo detrás de nuestra fascinación con el hombre y el artista.

MJ se hizo presente en nuestra consciencia de una forma muy distinta a cómo lo hicieron otros grandes antes que él. Si bien tanto los Beatles y Elvis (por citar los mismos ejemplos de Mike) utilizaron el cine y la TV para convertirse en íconos de la cultura popular, ellos no contaron con esa inédita plataforma mediática con la que sí contó Michael en su apogeo: MTV.

En ese sentido, solamente Madonna podría compararse a MJ en términos de cómo ambos lograron alcanzar un status mítico en un nuevo mundo hiper-mediatizado a partir de la espectacularidad de sus “music videos” y la explotación de su vida pública y privada. Sin embargo, como lo dice la definición, en el proceso de convertirse en “fenómeno”, el ser humano se transforma en un objeto en (y de) la percepción de los demás.

En la maquinaria de medios post-MTV, de un lado entra una persona, y del otro sale -literalmente- una figurita. Y quizás sea por eso que hoy lloramos… podemos disfrutar de ellas hasta el hastío para luego olvidarlas; o podemos destruirlas en un berrinche; pero se nos parte el corazón cuando perdemos una de las primeras y más significativas piezas de nuestra colección.

Quizás hoy no estemos lamentando la pérdida de un gran artista, sino del primero de una especie.

El Adorador Profano

Hace algún tiempo, estaba enfrascado yo en una de esas típicas conversaciones introductorias con otra persona. Mientras mi interlocutora terminaba de presentarse, yo estaba tratando de decidir cuál sombrero encajarme esta vez.

-“Y usted… ¿a qué se dedica?”

Hace bastante renuncié a presentarme como “productor audiovisual”… De vez en cuando lo sigo haciendo, pero tan solo para disfrutar de la mirada perpleja de la otra persona. Lo que acostumbro ahora es usar algún título menos críptico, seguido de una breve descripción de mis tareas principales… por aquello.

Mi etiqueta favorita, por supuesto, es la de guionista; pero en ese momento estaba metido de lleno en mi faceta académica, por lo que sentí que usarla era ligeramente autocomplaciente.

Opté por otra salida y le hablé a mi contertulia -sin duda con más detalle del necesario- sobre mis estudios en Teoría del Cine, y cómo esta disciplina busca comprender los múltiples aspectos creativos, sociales y comunicativos de ese arte por medio de la investigación y el análisis de sus distintos elementos…

En retrospectiva, creo que habría sido mejor responder “productor audiovisual”.

Nunca olvidaré su cara…
Pasó de iluminarse ante la sola mención de la palabra “cine” (como suele suceder), a una expresión que tan solo puedo describir como lástima.

Mi interlocutora no estaba confundida. Muy al contrario: había entendido perfectamente mi explicación. Y por eso mismo me veía así. Era la mirada de una persona que disfruta observando los arcoiris, frente a otra quien le recuerda que se trata de un fenómeno óptico causado por pequeñas gotas de agua en la atmósfera que refractan la luz solar.

La anécdota me pareció adecuada para abrir un blog cuya intención es convertirse en un espacio para deconstruir y comentar imágenes que, generalmente, consumimos y disfrutamos sin mayor reflexión. En mi caso, -y contrario a lo que mi compasiva amiga pudo pensar en esa ocasión- considero que desmenuzar la riqueza de la cultura audiovisual no le resta a su magia, sino que la aumenta.

Este blog va dirigido a personas que, como yo, nos sentimos adoradores profanos. Veneradores sinceros del poder de la Imagen, que entramos a su templo con la firme intención de desnudarla, cuadro por cuadro.